martes, 4 de abril de 2017

BAJO LA SOMBRA DE CUALQUIER ÁRBOL 2€

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Lo más destacado de estas narraciones es la presencia de un mundo propio habitado por la insatisfacción y la angustia fraguadas en el diario vivir y expresado en un estilo diáfano, sin artificiosos rebuscamientos. Su común denominador es la interrelación de banalidad y trascendencia, binomio fundamental de la narrativa de este siglo. Cada relato es un trozo de vida en el que se concentra la angustiosa búsqueda de uno mismo que sucede al hastío de una existencia monótona o al desencanto por el vacío interior recién descubierto. Los personajes son siempre mujeres que representan otros tantos ejemplos de almas en conflicto con su entorno, bien por engaño o estafa de la vida, bien por esencial insatisfacción del ser humano. La soledad es la situación más frecuente. El amor y el paso del tiempo son los temas preferidos. Y el descontento de cada uno en el gasto que la existencia cobra a todos es el puente que conduce a la desilusión y a la angustia. De este modo, lejos de toda simplificación feminista, la idea resultante de estos relatos se materializa en criaturas desarraigadas, atrapadas en un entorno con el que no se identifican y extraviadas entre la indefensión de su propia madurez vital y el estéril refugio en el recuerdo de la infancia. La mayor parte de estos cuentos revelan una sabiduría literaria, siendo lo mejores aquellos donde la ternura y el arte de sugerir se dan la mano con la ironía y un leve distanciamiento humorístico. Así ocurre en la difícil búsqueda del amor en “Bajo la sombra de cualquier árbol”, la añoranza de momentos idos en “El tiempo pasa”, la imposible plenitud amorosa en “Hacer el muerto”, la incertidumbre en el diálogo entre dos voces solitarias en “La espuma blanca de las olas del mar en las orillas”, la patética aventura de lo cotidiano en “Total”, la imposible huída hacia adelante en “Rita, punto y aparte” y el enfrentamiento con la vida cuando se ha perdido la prepotencia que da la ignorancia en “La tormenta”, que es la narración más larga.
Rafael Conte